miércoles, 21 de marzo de 2007

extranjeros de dentro

Qué bonito es ser Español. Y sí, escribo Español con mayúscula. Nada más bello que la identidad nacional. Que el folklore. Que la cultura. Que la amalgama de todas los pueblos que hay en España...Cultura que creo se quedó un tanto mermada por la desaparición de las pesetas. Dónde quedaron aquellos sustantivos "pelas", "duros", "talegos", y peor aún, qué lejos quedan en el tiempo aquellos precios. Ahora somos más europeos. Ya me explicará alguien qué tiene que ver un vecino de Boyuyos del Condado con un alemán nacido en el mismo Berlín.

Es maravilloso viajar por España. Distintos paisajes, culturas y gastronomías que muchas veces buscamos fuera y que acabamos encontrando al lado de nuestra casa. No hay nada mejor que salir de España para sentirse el más Español del mundo. En primer lugar, el clima. El frío que hace en Europa. No se entiende como esa gente puede vivir así. El caso de la comida es especial. Lo difícil que resulta comer bien siendo turista. Sin reparar en gastos, busca un lugar donde se coma bien sin que te timen. Es prácticamente imposible. Siempre te sentirás como un japonés en un "spanish table"(tablao flamenco) comiendote una tortilla de patatas sin huevo ni patatas.
Además, tenemos siempre el problema de la morriña. Por muy duros que tratemos de ser. Siempre oirás referencias del tipo "oye, pues esto me suena a muñeira", "los callos de mi abuela sabían igual que esto". Nada mejor que estar en el Louvre viendo a la Monalisa y oír a tus espaldas "anda Mari, mira, la del libro que te regalé para que leyeras en el metro, pues es igualita a la del póster que tiene Juan en su cuarto". Y tú te vuelves boquiabierto diciendo, casi con emoción, obviando semejante comentario, (incluso abriendo los brazos): "UN ESPAÑOL". Como si nunca hubieras visto uno. Es ahí donde te sientes español. Es ahí donde olvidamos los nacionalismos. Ya no es un madrileño de mierda. Es un Español. Da igual que hable en catalán, en vasco o en bable. Siempre trataremos de buscar las semejanzas y olvidamos de golpe el Estatut, el Vall de Arán y Navarra. Si llegamos a establecer conversación con los compatriotas, ya casi hermanos en tierra extraña, empezaremos preguntando el origen y acabaremos ensalzando la ciudad de procedencia aunque nunca hayamos estado.
Y es que, Españoles, somos únicos. Somos españoles, por mucho que lo intentemos esconder, por muchos nombres que nos pongamos. Por mucho que no queramos, lo somos.
KAVRA.

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